martes, 24 de noviembre de 2009

La Máquina del tiempo gastronómica

Nuesro protagonista de hoy, el cheff, no deja de hacerse planteos pseudo filosóficos, mientras los comensales del salón devoran panes caseros con una exquisita crema al verdeo.

Él se pregunta cómo explicarles esa explosión de sabores y sentimientos que experimenta al iniciar la preparación de una comida acompañanada de un buen malbec?

También se interroga sobre cómo se hace para, a través de la cocina, llegar a ese intimo escondite del alma de cada comensal e impactarlo de una manera que lo descoloque y haga caer todas sus barreras. El elixir que lo va relajando y no hace más que permitir, tanto al comandante de la cocina como a nosotros los lectores, dejarnos llevar por la escena y por la combinación justa de ingredientes de una receta que hace rato perdimos de vista.

Pocas veces dos líneas de texto tienen tanta capacidad de generar sensaciones tan intensas y variadas como el nombre de un plato en este acogedor restaurant. Un pollo a la naranja con papas gratinadas nunca nos llevo tan lejos como esta noche.

Pero no es hasta que llega la sugerencia del cheff que la velada está completa.

Él mismo en persona arriba a la mesa con un deslumbrante despliegue de virtuosismo dulce. Un flan con dulce de leche casero... inmediatamente viajamos por el tiempo a la mesa de nuestra infancia, donde nuestra tía abuela nos brindó todo eso que esperábamos a los 11 años y también algo más: el recuerdo indeleble al cual podemos recurrir en cada flan.

Wilson W.

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