jueves, 1 de octubre de 2009

Dreams

Estaba en una de esas noches. La suela de mis zapatilas pedía a gritos caminar esas veredas desparejas y sin sentimientos. Una noche de frío en una época donde todo el mundo ya esperaba estar de remera. Pequeñas traiciones y engaños de un clima que no sabe de enciclopedismo, pero día a día no hace más que desautorizarlo.

La gente en la calle caminaba presurosa, con ese apuro tan característico de quién no quiere darle a la rutina motivos para que se altere. Nunca una pausa, nunca un impasse que deje espacio al quiero por sobre el debo. Afortunadamente siempre existen las minorías que desafían con rebeldía adolescente las normas de una sociedad cada vez más enajenada por fenómenos televisivos, por no decir los poderosos representantes de la mediocridad corporizada.

Por suerte siguen existiendo esos aerosoles y esas corridas de madrugadas, escapando de la ley y acortando la distancia entre la realidad y los sueños.

Seguía entonces en uno de esos momentos donde involuntariamente capté una instantánea, una imagen gráfica de lo poderoso que puede ser perseguir un sueño. Sentí que las utopías no son más que un poderoso combustible para capear el temporal, esas tijeras que cortan por lo sano los cabellos de la sociedad del medio pelo.

Mis zapatillas seguían andando. No hace falta decir que, ya a esta altura, habían tomado el control y me conducían hacia ese lugar donde lo cotidiano toma otro color, donde los sonidos se hacen más brillantes y puros...

Y fue recién ahí cuando la ví.

Caminaba hacia mi con un andar que pocas veces había visto antes. Sus ojos negros tenían una energía y una decisión que me conmomvían como nadie lo había hecho hasta entonces. Llegó hasta mi. Su presencia a escasos centrímetros de mi ser me resultaba sumamente perturbadora. Su figura eclipsaba todos mis modelos de mujer imaginados. Su voz, aterciopelada y sensual, acariciaba mis oídos. Su sonrisa de finos labios era de una vitalidad contagiosa. Me sentí por un segundo alcanzando las puertas de esa esquiva finca llamada felicidad.

Fue entonces cuando escuché la peor sentencia que jamás había imaginado oir...

"Sr, le traigo la cuenta. Estamos cerrando".

Adiós sueños, adiós ideales, adiós utopias.

Adiós también quince pesos. Cerré el libro, volví a este mundo, pagué la cuenta del bar y mandé los sueños de literatura a dormir hasta el próximo café.

Wilson W.

1 comentario:

  1. Utopia? Deseo desplazado, por esta sociedad, donde juego un papel principal el ritmo de lo cotidiano, que no hace mas que correr a contrareloj para vaya a saber uno donde llegar. Mantenernos ocupados, para evadir esa realidad que nos aplasta cada día y no hace mas que marcarnos el ritmo de nuestro andar.
    Y ni se nos ocurra soñar, no hay tiempo para soñar, no entra en las opciones; es ahi donde pasamos a ser simples espectadores de nuestras vidas.

    ResponderEliminar